La “Prensa de la Patria” no es la jesuita


En 1824, una prensa del taller de Expósitos –se dice que la traída desde Córdoba hacia Buenos Aires– fue cedida por Rivadavia al gobierno de Salta, ante la gestión de José Arenales, hijo del gobernador, y el agente Victorino Solá, enviado especialmente para concretar el traslado.
Allí, instalada en el Cabildo, pasó a llamarse Imprenta de la Patria, e inauguró el arte tipográfico de la provincia, imprimiendo material oficial y numerosas publicaciones como la Revista Mensual, El Pregón de Salta y la Diana de Salta. El primer oficial imprentero fue un joven de nombre Hilario Ascasubi, quien sería uno de los grandes poetas gauchescos nacionales.
En 1867, el caudillo catamarqueño Felipe Varela invade la ciudad. Los defensores, según Francisco Centeno, eran “jóvenes, la mayor parte de ellos, pero guapos y decididos, manejaron con entusiasmo algunos cañoncitos de cargar por la boca, que convenientemente colocados, disparaban proyectiles de imprenta”. Y así fue al parecer, que al faltar municiones, transformaron la letra en metralla, e incluso fundieron el material tipográfico para hacer balas. Según Antonio Zinny, “los últimos tipos que quedaron de esa célebre imprenta de Niños Expósitos fueron fundidos por orden del Gobernador Ovejero, terminando su carrera en persecución de su principal objeto en defensa de la libertad y de la civilización contra la montonera del coronel Felipe Varela, en Octubre de 1867”. Pero nada se menciona de la prensa.
Algunos autores salteños, arriesgan más sobre el destino de la máquina y afirman que, rescatada de una chatarrería y trasladada a Cafayate, imprimiría importantes publicaciones periódicas hasta entrado el siglo XX.  Así aparece también en la primera edición de este libro.
En 1944, una prensa construida enteramente en hierro, viaja a Buenos Aires para ser exhibida en la Exposición del Libro Argentino, y dos años más tarde, vuelve a Salta, prestada al Museo Histórico. Luego pasa al Centro Argentino de Socorros Mutuos y a la Escuela de Artes Tomás Cabrera; más tarde se expone en el diario El Intransigente y en la casa de David Michel Torino. En 1979, su propietario Florentín Tilca la dona a la Municipalidad de Cafayate, y tras un gran acto, se deposita en la flamante sala Imprenta de Niños Expósitos. Años más tarde se sumó a la colección del Museo de la Vid y el Vino de esa localidad, donde se encuentra actualmente. En 2010, visitó la 36° Feria Internacional del Libro de Buenos Aires.

Nadie discutirá jamás la importancia que pudo tener esta máquina en la historia de la imprenta salteña, pero lo que hoy puede afirmarse es que no se trata de la primera prensa de Buenos Aires.
No puede haber sido la que introdujeron los jesuitas en 1764, sencillamente porque en esa época no existían las prensas de hierro (la primera, como vimos, se le atribuye a Earl Stanhope, hacia 1800). Otra característica especial que nos permite reforzar nuestros datos es su sistema de columnas –que se utiliza para bajar la platina– patentado por Abraham Stansbury recién en 1821.

Con base en el análisis de los datos de la extensa bibliografía sobre el tema, el impresor argentino Patricio Gatti asegura que la prensa es bastante posterior a lo que se dice. Para su colega belga, Erik Desmyter, especialista en prensas históricas, se trata de una prensa Löser o Kaiser, fabricada en Viena entre 1848 y 1865 por Heinrich Löser –por lo menos ochenta años después que la prensa jesuita–. Una reproducción de esta máquina puede observarse en Illustrirte Geschichte der Buchdruckerkunst, de Karl Faulmann, libro que es propiedad de Gatti. De dónde proviene la errada datación que se ha repetido hasta nuestros días, y cómo llegó el artefacto a Salta, es materia para un trabajo más extenso.­
Gracias al desinteresado aporte de Patricio pude corregir y completar este tema en esta nueva edición.

Fuente: Expósitos. La Tipografía en Buenos Aires. 1780-1824, 2011.

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