"En una olla de cobre de a ocho arrobas se echan tres de aceite de linaza; se hace cocer hasta que traba y ha perdido todo el verde; en otra del mismo calibre se ponen a cocer tres de pez griega; bien limpia ésta y cocida se mezcla con el aceite de linaza; se cuela todo bien con tela de cedazo; cuando junto y bien incorporado liga como una cola no muy fuerte, tiene el punto, y se usa de él. Se observa después, si sale fuerte se la ablanda con otro que ha de haber un poco más flojo; y se le fortalece con otro que ha de haber un poco más fuerte; pero todos hechos como el primero; mas si se le llega a dar el punto, no será menester nada".
Sabemos que el pedido de Fernández finalmente no prosperó, pero nos deja un curioso antecedente sobre la tinta tipográfica en Buenos Aires.
Al año siguiente el administrador Silva y Aguiar pasaba un presupuesto, que era aprobado por el virrey Vértiz, por los faltantes para comenzar la labor en la Imprenta de Niños Expósitos. Aquí incluía lo necesario para fabricar un horno para el humo de pez, el pigmento utilizado para elaborar la tinta negra.
En Muebles que se mandaron hacer en Buenos-Aires para dicha se mencionan, entre otros efectos: “Balas, 7; un molón para el tintero; ídem una cuchara para el aceite; ídem una racera de hierro para la tinta; una tinaja con su pie de madera y tapadera; regador; un tacho de cobre de diecinueve libras y media; ídem, una vasija de latón de a trece libras; candeleros de bronce, dos; unas parrillas; un brasero de cobre de a dieciocho libras; cinco arrobas de alumbre, y media en bruto; aceite con su tarro, veintinueve libras y media, en bruto; un cedazo con su tapa y otro más pequeño; ídem, otro tarro que pesé cuatro libras y media en bruto; ídem, doce libras de aceite compuesto en una cacerola, también en bruto; ídem, otro de seis y media en bruto; ídem, otro: tarro de aceite de nueve libras, en bruto; ídem, una olla de aceite de a cinco libras, en bruto, menos dos onzas; ídem, otra, cuatro libras y tres onzas; ídem, otra olla de aceite que pesó dos libras y media, menos dos onzas, en bruto; unas trébedes para la ventana del horno de humo de pez”. Este documento, fechado en Buenos Aires, el 11 de abril de 1783, fue elaborado por Alfonso Sánchez Sotoca y José Silva y Aguiar, y se entregó a José Borraz para que lo coteje con el inventario general de la Imprenta. Los accesorios allí detallados, construidos o comprados en la Ciudad, no hacen otra cosa que corroborar que la tinta se fabricaba en el establecimiento de los Expósitos. En otro documento titulado Impresos para la venta, del 11 de abril de 1783, Sotoca y Silva detallan a Antonio López el inventario completo del material impreso para el despacho en la librería de la Imprenta. Entre los catones, cartillas, almanaques y estampas, junto con otros barriles, figuran “683 barrilitos de humo de pez”.
En negro y rojo
De los impresos que llegaron a nuestros días, sabemos que la imprenta utilizaba tinta negra, y que excepcionalmente, y a la usanza de la época, incluía también tinta roja (bermellón). Esto también es mencionado por dos de los historiadores que trabajaron el tema a fines del siglo XIX: Según Juan María Gutiérrez, “En los años que median entre el de la fundación y el de 1790 publicó esta imprenta los libros más voluminosos de su catálogo (…) Son tambien los más elegantes y de mayor interés, pues algunas de sus carátulas están formadas con hermosos caracteres de dos tintas, negra y roja (…)”. Y decía Bartolomé Mitre, “(…) esta época marca el apogeo de la primitiva imprenta, con la aparición en 1791 del libro más voluminoso y más bien impreso que haya salido de sus prensas, otro con el título a dos tintas en 1790 (…)."
Texto extractado de Expósitos. La tipografía en Buenos Aires 1780-1824
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