La imprenta en México
La ciudad de México fue la primera en tener imprenta. En 1533, el obispo Juan de Zumárraga solicita al emperador Carlos V una imprenta y un molino de papel. Años más tarde, en 1539, se abre el taller de Juan Cromberguer y Juan Pablos, y el primer impreso sería el Manual de Adultos.
El padre jesuita Guillermo Furlong sintetizó estos comienzos: “(…) cuando parece que solo se podía pensar en vivir, se pensaba en imprimir, y cuando podía creerse que no había quienes podían dedicarse a la lectura, por ser poquísimas las escuelas, pues era tan escasa la población que entonces existía, se creía ‘útil y conveniente’ introducir una imprenta e instalar una fábrica de papel.”
La imprenta en Lima
Entre estos varios talleres que funcionaban en México estaba el de Pedro Ocharte y Antonio Ricardo. En 1580, el mismo año en que Garay fundó Buenos Aires, Ricardo marcha a Lima seducido por los jesuitas del Perú que estaban buscando un impresor, llevando consigo moldes y prensas. Se estableció en el Colegio de San Pedro y San Pablo, de la Compañía de Jesús.
En 1604 obtuvo licencia para imprimir Francisco Del Canto, al que se le atribuye la inclusión de las portadas a dos tintas, como el Directorio espiritual impreso en 1608.
Tales fueron los orígenes de la imprenta en Lima, ciudad que sería por más de un siglo, destino obligado de las obras impresas en América del Sur.
La imprenta de las Doctrinas
Los comienzos de la imprenta en lo que actualmente es nuestro país se remontan a 1630, no es el año en que se estampa la primera obra, sino el año en que la Compañía de Jesús comienza las gestiones para traer desde Europa a “un hermano jesuita que supiera el arte de imprimir, como también una imprenta y asimismo las necesarias licencias para usar de la misma”.
El fracaso de las gestiones y las dificultades que significaba imprimir del otro lado del mundo fueron el impulso definitivo que necesitaban los misioneros para crear su propio taller. Según el padre Furlong: “lo que acaeció al padre Ruiz de Montoya en su ida a Madrid debió confirmar a los jesuitas del Río de la Plata en la necesidad de tener una imprenta propia”.
Diversos autores le atribuyen esta empresa, hacia fines del siglo XVII, a los padres Juan Bautista Neumann, de origen austriaco, y al español José Serrano, responsable de muchas traducciones al guaraní.
Ellos mismos construyeron la prensa, grabaron las matrices y fundieron los tipos para inaugurar el arte tipográfico argentino, y lo hicieron posible gracias a los habitantes originarios que poblaban las reducciones.
En 1700, el padre Neumann realiza el primer impreso nacional, un Martirologio Romano. Sería reeditado nueve años más tarde por haberse publicado con numerosas faltas.
El jesuita Antonio Sepp escribía entonces: “En este mismo año el P. Juan Bautista Neumann de la Provincia de Bohemia, dio a la luz pública un volumen impreso con caracteres, un Martirologio Romano, del que hasta ahora carecía la mayoría de las Reducciones, y aunque los tipos de la impresión son desiguales a los de las impresiones europeas, son del todo legibles”.
No se sabe a ciencia cierta en qué año dejó de funcionar la imprenta en el Paraguay medio siglo antes de la expulsión de los jesuitas; si fue por fundarse sin respetar los reglamentos vigentes para las Indias, por la falta de papel para imprimir, o por la publicación de una polémica carta, conocida como de Antequera.
La imprenta en Córdoba
La historia de la imprenta en Córdoba está asociada más a la educación que a la religión, porque si bien se gestó en el seno de la Compañía de Jesús, al igual que su par misionera, surgió de la necesidad que tuvieron la Universidad de Córdoba y el Colegio Monserrat –fundados por los jesuitas en 1614 y 1686 respectivamente–, de imprimir las tesis y los trabajos de los estudiantes que allí se graduaban.
Lo cierto es que optaron por tener su propia imprenta y con ese fin “hicieron venir de España los elementos necesarios”. Para esta misión fueron encomendados los padres Pedro de Arroyo y Carlos Gervasoni, quienes además de traer la prensa y sus accesorios debían solicitar los correspondientes permisos ante las cortes de Madrid y Roma.
Finalmente, tras larga espera, en 1764 llegó la imprenta a la Universidad, pero su entonces rector, el padre Manuel Querini, no estaba de acuerdo con su instalación, situación que aprovechó el titular del Colegio Real de Monserrat, el religioso Ladislao Orosz, que compra la imprenta para que “no recayese en manos extrañas”.
La imprenta, a cargo de Pablo Karer, al parecer un excelente impresor, se instaló en uno de los sótanos del establecimiento, y en 1766, se imprimió la primera obra surgida de los tórculos de la prensa cordobesa, las Cinco laudatorias de Duarte Quirós, y luego varias más, como una Instrucción Pastoral del Arzobispo de París, un Manual de Ejercicios Espirituales y diversas publicaciones menores, como tesis y conclusiones.
Funcionó por muy poco tiempo, precisamente hasta el decreto de Carlos III que establecía la expulsión de los jesuitas de todos sus dominios.
Este sería el antecedente directo de la tipografía en Buenos Aires, pues sería la que inauguraría este arte en la capital del nuevo Virreinato.
Texto extractado de Expósitos. La tipografía en Buenos Aires 1780-1824
2 comentarios:
En el siguiente link encontrará en donde se encuentra la Original Imprenta de Juan Pablos, para revisarlo de click en:
www.museodeartesgraficas.com
Sí, conocía el sitio. Es increíble cuando, si se quiere, se pueden conservar cosas importantes -fijate que de los Expósitos por aquí no ha quedado nada. Muchas gracias Dominique. Lo agregaré a los links de interés.
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